No es más que alusión a ese libro de Carl Sagan sobre los efectos de la guerra nuclear en el planeta, pero es que como ayer hizo un calor de 45 en la ciudad (y similar en el país), y el martes pasado se me ocurrió que las asistentes a mi círculo de lectura escucharan la poesía del místico persa del Siglo XIII, Jalaludin Rumi (en la versión de Elisa Ramírez para la colección Cien del Mundo de CONACULTA, editorial del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México, lo que quiere decir que, como en toda traducción, es lo mismo y otro y significó algo distinto, en parte, en el entorno espacio temporal de la época en que fue escrito), recordé ese poema atemporal de este padre de los derviches, cuya poesía es erótica porque sólo así se puede acceder a Dios, y volví a recordar que ya se me había ocurrido una trama para una novela futurista: una pareja de amantes, fuera de su refugio la catástrofe cósmica (¿qué otra cosa puede ser el Cambio Climático sino una catástrofe para el Cosmos humano?), el miedo, podrían estar escuchando la radio que anuncia el aumento gradual de la temperatura, pero sobre todo, el fugaz conocimiento de la conciencia a través del sexo, el saber que antes ya otros cursaron por las mismas vías y la tan utilizada sensación de vacío post coital, agravada por saber que fuera, "todo se quema y perece"...
Fuera, la noche helada del desierto.
La otra noche, en el interior, se caldea y se ilumina.
Deja que el paisaje se cubra de una costra espinosa,
aquí tenemos un jardín.
Continentes, ciudades y aldeas
se chamuscan y todo se convierte en una bola tiznada.
Las noticias que escuchamos pronostican un futuro doloroso
pero aquí dentro la verdadera novedad es que no hay novedad.
(Arriba, Jalaludin Rumi, best seller tras 8 siglos de mística belleza y una fotografía del mundo en el borde de la catátrofe...)
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