Sucedió en Tuxpan, Veracruz, México, ciudad dónde parece que no sucede nada pero dónde a veces el universo tiene puntos de quiebre (al menos en "mi" universo). Y puede ser una versión más de una historia que ha venido dando vueltas desde hace mucho, rescatada para honor de mi familia. Me la contó mi padre, Pedro Paunero, que la recordó y narró como soltándola al viento, en una de esas digresiones en que suelen caer los ancianos cuando cuentan alguna anécdota y se desvían de la historia principal.
Esta narra cómo un anciano (casado con una hermosa joven), vecino del rancho de mi bisabuelo español, Don Juan Pablo y Fernández de la Lastra, llegó un día a pedirle consejo sobre un asunto que le impedía dormir desde hacía mucho tiempo, desde el primer momento -para ser exactos-, que descubrió que su jovencísima esposa estaba preñada.
-¡Pero Don Juan! -lloraba el vecino-, ¿Cómo puede ser posible? Soy muy viejo...
Mi bisabuelo se quedó callado. Luego, él, que era dueño de ganado y de alambiques, y a quien servían multitudes de peones indígenas, que veía nacer y morir gente y animales por igual, dijo, por fin:
-Mire, vecino... supongamos que tiene una novillona que se salta el cerco y llega a mi propiedad y uno de mis animales la preña...
Ambos ancianos, sentados en el porche de la casa principal, miraban a uno de mis tíos que tenía fama de jugador, mujeriego y cínico que igual enamoraba a las hijas de los peones que a las muchachas ricas de la ciudad y que andaba por ahí, haciéndose el tonto:
-Suponga usted que la novillona regresa a su propiedad y que se da cuenta que está preñada, ¿preguntaría usted de quién es el animal que la preñó?
-No.
-¿De quién es la novillona?
-Mía.
-¿De quién es, entonces, la cría?
El vecino sonrió.
-Entonces... ¡venga acá, que tenemos que celebrar!- dijo, pidiendo vino tinto y jamón serrano...
No hay comentarios:
Publicar un comentario