Fue una escritora muy allegada a mí quien, tras leer un cuento que me pidió cuando le conocí, me comentó: a los cinco minutos de leer algo tuyo me di cuenta; perteneces al gremio maldito... Para mí, lejos de enojarme o, peor, ponerme a pensar de forma inútil sí lo soy o no, aquello fue como un reconocimiento a una obra que no aspira a nada más que a Ser... Por esto, quiero hablar un poco de mis malditos, aquellos que, indudablemente, sí lo fueron y ahora están en el cielo oscuro de los consagrados.
El primero, tiene que ser, es Edgar Allan Poe. No tanto el Poe de esos perfectos cuentos de culto, o el padre del género policíaco, sino el que se casó con su prima, el que, se presume, en una de esas cíclicas hipótesis que dan mucho dinero, pudo ser un asesino que se inspiraba en sus crímenes para darlos a la literatura, porque sabía más que la policía (Marie Roget); después de todo, a cualquier escritor se le exige más que simples datos helados... imaginación, vaya... Y, también, el Poe que exclamó: ¿existe peor enfermedad que el alcoholismo? Antes de morir, con la conciencia destruida tras ser encontrado, sin sentido, en una cuneta de Baltimore...
El segundo es Eros Alesi. El poeta de la juventud desatada y la droga. El chico italiano que nos dejó, legó, heredó y quemó los ojos, con Mamá Morfina, Que te cuento querido padre y Oh, querida, oh, señora muerte. El chaval que, a la manera de los "elegidos de los dioses," se entregó a la muerte a los 20 años.
El siguiente es, por supuesto, El Divino Marqués. Hay, se ha dicho, en la obra de Sade, la ausencia total del erotismo o, mejor, de la pornografía, porque, si estas vertientes de la piel tienen como fin la excitación sexual, lo que Sade posee es muerte, tortura, destrucción y siniestras propuestas filosóficas... No es cierto. Lo que Sade posee es sinceridad, locura, atisbos al abismo, la vorágine de otros erotismos, de otros extremos de la calcinación dura del hueso y la carne vueltos flama.
Mención especial merece Jorge Cuesta. El poeta incomprendido (¿traicionado por Octavio Paz?) que le cantó a otros dioses. Que fue científico y poeta, es decir, loco. El hombre que publicó la infausta Antología de la poesía mexicana moderna de la cual exclamaron, en un doloroso juego de palabras con su apellido: la antología vale lo que cuesta... El visionario al que los demás poetas del grupo de "los contemporáneos" apodaron "el alquimista" aludiendo a la química de su ciencia y sus versos. El ser que, al borde, intentó violar a su hijo y luego intentó castrarse, para, al final, ahorcarse con las sábanas de su celda del manicomio. Especial, también, porque, se atrevió a pensar en la posibilidad de la trascendencia del cuerpo desde el mero accidente sexual para transformarse en otra cosa. Valga como ejemplo el episodio cuando sufrió una hemorragia de hemorroides y llegó a creer que estaba cambiando de sexo pues, "menstruaba". Ante la interpretación psiquiátrica de una "homosexualidad reprimida" contestó que los cambios se debían a las sustancias experimentales que ingería...
Sobre Philip K. Dick me extenderé en otra ocasión pero quiero ponerle al lado de Charles Bukowski porque ambos vivieron sin gozar de los privilegios económicos que una obra de culto como la de ambos otorga... hasta casi el final de sus días. Dick fue uno de los mejores, si no el mejor, de los escritores de Ciencia Ficción, pero, cuando recibió los derechos por la película Blade Runner (ese portento cinematográfico) y sus novelas eran best sellers, encontró la muerte en 1982, a unos días del estreno. Siempre se involucró con mujeres destrozadas que lo hicieron sentir admirado y necesitado. Se casó cinco veces, es decir, cinco veces se diseccionó a sí mismo. Empezó a caer en la locura hacia 1977, de manera pública, cuando, ante un grupo de fanáticos que habían acudido a escucharle, habló que él era, en realidad, una especie de "canalizador" de otras realidades que, (a la manera de aquella frase de Paul Éluard de que "hay otros mundos pero están en este") subyacen bajo "esta realidad". Quizás por eso su obra es tan buena: creía que no eran novelas, eran guías para acceder a esos otros universos. De Bukowski me atrapa el ácido que le corroía las entrañas y lo vomitaba sobre la página, transformó la experiencia de Poe en la más corrosiva de las prosas del Siglo XX, paralela a la de Malcolm Lowry.
Debo hablar de Lovecraft el dios creador de dioses, el racista, el hombre que le temía al océano (y por eso, arrojó a las profundidades de este sus abominaciones tentaculares), como del hombre que, al no comprender los vericuetos de la Ciencia Ficción y, en particular del género que creó (El Cuento Materialista de Terror que esos sinceros charlatanes de Pawels y Bergier así apodaron), un inexacto y, soberbio (¡cómo no!), Borges, tachó de "involuntario parodista de Poe".
No, no son todos. Prefiero dejar la lista así. Los que estamos fuera de la lista somos, tan sólo, notas a pie de página de sus obras. Y es que, sus obras, aspiraron solamente a Ser... y fueron más de lo que sus creadores creyeron, a pesar de sí mismos...
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